He tenido la oportunidad de venir a Madrid unos días para ver a mi esposa y reunirme con buenos colegas españoles para compartir impresiones. Es por eso que hoy quiero actualizar el blog hablando de unos grandes profesionales y colegas, Enrique Baquedano, Juan Luis Arsuaga y Alfredo Pérez-González. Ellos tres son los codirectores del proyecto científico que estudia los yacimientos paleontológicos de Pinilla del Valle. Celebran su décimo aniversario de trabajo y gracias a ellos, y al excelente equipo de profesionales que los ayudan hoy podemos saber mucho más sobre los Neandertales.
Es por ello que quiero transcribir la noticia que les ha dedicado El Mundo sobre su trabajo, se lo merecen:
Esto es todo. Quiero agradecer de nuevo vuestro apoyo y, sobretodo, vuestra paciencia por espaciar tanto mis actualizaciones. Os prometo que intentaré sacar tiempo para ir compartiendo con vosotros los avances de mi investigación y mis trabajos. No solo sobre la civilización de Hyperborea, sino de todos aquellos temas relacionados o no, que crea puedan ser de vuestro interés.
Juan Luis Arsuaga con sus colegas en el yacimiento de Pinilla del Valle. | A. Heredia
"Este lugar era el Ngorongoro. Un valle con fauna africana, rinocerontes, leones o hienas, y también euroasiática, como osos y lobos. Y los neandertales cazando, refugiados en pequeñas cuevas. Un lugar lleno de vida y de muerte". Así era hace 100.000 años el paraje de la sierra madrileña en el que se encuentran los yacimientos paleontológicos de Pinilla del Valle, en palabras de Enrique Baquedano, codirector de un proyecto científico que celebra creciendo su décimo aniversario.
El cerro en el que se excava cada vez parece más un queso gruyère y en cada agujero hay sorpresas para el equipo científico que quiere convertir el lugar en un punto de referencia de los neandertales que vivieron en el centro de la península, milenios antes de que dieran su último suspiro en Gibraltar. En esta campaña, más de un centenar de personas trabajan de sol a sol, hasta mediados de septiembre, buscando restos de aquellos parientes que nos dejaron parte de su ADN, mejorando nuestro sistema inmunológico, según una investigación reciente.
Lo que hoy es un pequeño pueblo serrano y chalets de fin de semana de los madrileños, en torno a un embalse, hace muchos milenios era un valle angosto, de origen tectónico, con buenos pastos y un arroyo, el de Navalmaíllo, a cuyas orillas bebían los animales.
En una de las orillas había un cerro horadado, un sistema kárstico similar al de Atapuerca que el agua había ido agujereando con el tiempo, y que daba refugio a aquellos humanos en un periodo en el que no hacía mucho frío, por la fauna que les rodeaba.
Excavaciones en el yacimiento de Pinilla del Valle. | A. Heredia
Restos prehistóricos
Los primeros restos de aquellos nómadas, cazadores y recolectores, del Pleistoceno se encontraron, como suele suceder, al hacer el camino de mantenimiento que rodea el embalse, en los años 80. En ese lugar está el yacimiento Cueva Camino, hoy sin actividad, pero que en su día, hace unos 90.000 años, fue un cubil de hienas al que llevaban restos de sus banquetes, incluso de neandertales.
El paleontólogo Juan Luis Arsuaga, otro de los tres codirectores, junto con Baquedano y el geólogo Alfredo Pérez-González, explica que fue allí donde salieron las dos muelas de neandertales que abrieron la mina. "Se encontraron en los años 80, cuando se pensaba que era una cueva de neandertales y no de hienas. Por entonces, el clima era más cálido que ahora. Había gamos y hasta tortugas mediterráneas", explica Arsuaga mientras recorre, como cada día, los yacimientos para ver in situ los trabajos.
Fue en el año 2001 cuando se retomaron los trabajos en Pinilla del Valle, con un proyecto científico financiado por la Comunidad de Madrid, el Ministerio de Cultura y Mahou. Y encontraron, no muy lejos, una cueva hundida en la que si habían vivido los homínidos algunos periodos estacionales hace 77.000 años, que es el nivel que excaban ahora.
Allí hay restos de los rinocerontes, los ciervos y los caballos que se comieron, y de al menos dos hogueras y una sorprendente infinidad de diminutas lascas de piedra de la tecnología musteriense, típica de los neandertales. "Se comían hasta el tuétano", apunta Arsuaga.
Excavaciones en una cueva de Pinilla del Valle. | A. Heredia
Aprovechamiento de los recursos
Pero lo que le trae de cabeza es cómo eran capaces de sacar provecho de unas piedras de muy mal material que hay en la zona. "Aquí no hay buen sílex, es cuarzo, pero se adaptaron y lo tallaban, no se iban a dos kilómetros donde hay materiales mejores", explica.
Su compañera, Marina Mosquera, deja la piqueta para plantear otra curiosa hipótesis: "Muchas lascas son diminutas y los núcleos de donde las sacan, bien pudiera ser que las usaran los niños para practicar, que no fueran deseadas". A pocos metros está la Cueva de la Buena Pinta, bautizada así en 2003 por las grandes posibilidades que los investigadores veían en sus sedimentos. De momentose han encontrado dos dientes neandertales.
También este lugar, comenta Arsuaga, fue cubil de hienas hace unos 50.000 años. Y hay otro misterio sin resolver: "Si hay dos dientes... ¿Dónde está el resto de la mandíbula?", se pregunta el paleontólogo, impaciente por tenerla en sus manos.
Ya en lo que es la parte superior del cerro está la Cueva Des-Cubierta, en cuyos sedimentos asoma la cabeza de un gigantesco toro que debió tener tonelada y media de peso. Abierta en 2009, aún está en discusión científica cómo era su configuración. Alfredo Pérez defiende que no tenía techo cuando los homínidos se refugiaron allí, pero no hay consenso, de momento. Tampoco se conoce en qué fechas se ocupó y qué especie fabricó los utensilios de piedra, si eran neandertales o, quien sabe, sus antepasados, los 'Homo heidelbergensis', de los que hay huellas a poca distancia.
Un fósil hallado en las excavaciones de Pinilla. | A. Heredia
Yacimientos por explorar
Los últimos yacimientos aún están por explorar. Ni siquiera tienen nombre. Son fruto del empeño de Baquedano, que a unos 300 metros de los lugares donde trabaja el equipo decidió hacer catas, con una máquina, a ver qué había en una zona donde habían encontrado fósiles y alguna herramienta. Y hubo suerte: dos cuevas más han salido a la luz, una de ellas otro cubil de hienas prehistóricas.
El objetivo último es crear en este pequeño valle madrileño un parque arqueológico que sea visitable por aquellos a quienes interesa conocer el pasado. "Sabemos que los neandertales eran grandes cazadores, que debían tener estrategias muy complejas para hacerse con algunas piezas, que ponían trampas con cuerdas hechas con piel. Es fascinante imaginárselos viendo pasar las manadas desde el alto, en lo que es el lugar más importante en el que se asentaron del centro de la península ibérica", afirma Baquedano, mientras su brazo apunta al fondo del valle.
Por la tarde, tras quitarse el polvo y el sudor, los excavadores, casi todos ello bregados en otros muchos yacimientos dentro y fuera de España, reinician la tarea, pero no en el campo, sino en el albergue juvenil Los Batanes, donde llevan los cientos de piezas rescatados durante el día. Es allí en el albergue, reconvertido en centro de investigación, donde lavan las piezas, las clasifican e intentan reconstruir el rompecabezas, que tardarán en recomponer mucho tiempo en los laboratorios a lo largo del año.
Así ocurrió con la liebre silvadora, una especie que se hacía en áreas más frías, como el Himalaya; o el topillo Vaufrey, cuya presencia sirve para datar los yacimientos porque desapareció en el paso del Pleistoceno Medio al Superior.
Esto es todo. Quiero agradecer de nuevo vuestro apoyo y, sobretodo, vuestra paciencia por espaciar tanto mis actualizaciones. Os prometo que intentaré sacar tiempo para ir compartiendo con vosotros los avances de mi investigación y mis trabajos. No solo sobre la civilización de Hyperborea, sino de todos aquellos temas relacionados o no, que crea puedan ser de vuestro interés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario